sábado, 18 de abril de 2009

Vacunación

D´Jibbouti no es un país de riesgo para la fiebre amarilla. Así lo asegura la Organización Mundial de la Salud, y así me lo recalcó el amable médico del Gómez Ulla que se ocupó de poner al día mi cartilla de vacunación al principio de mi periplo.

Sin embargo, las misiones son como son. Si bien nuestra misión principal aquí consiste en proteger los barcos que transportan la ayuda del Programa Mundial de Alimentos y otros buques vulnerables, el interés de España estriba en proteger nuestra flota pesquera, en su mayoría vasca, que hace la campaña del atún. Nuestros pesqueros van siguiendo los bancos de atunes, que en la actualidad se encuentran casi a la altura de Madagascar, e irán desplazándose hacia el Norte en los próximos meses.

En consecuencia, nuestro avión debe operar mucho más al Sur de lo que lo hace ahora, y para ello es preciso redesplegar periódicamente y por periodos cortos a dicha zona parte del contingente. Las alternativas eran dos: Sheichelles o Mombasa. Tras estudiar pros y contras, Mombasa es el aeropuerto seleccionado y ahí, la fiebre amarilla sí que es una enfermedad potencial contra la que es preciso vacunarse. Entre los efectivos potenciales a ser desplazados, Vicente y yo somos los únicos sin vacunar.

Tras hacer las gestiones con el hospital francés, nos dicen que ellos no son competentes para realizar dicho protocolo y nos derivan al Centro de Vacunación local.

Primero, buscarlo. No tenemos callejero de la ciudad. Tras unas cuantas vueltas damos con él. El garito, junto a una mezquita, es un pequeño edificio de dos pisos que amenaza ruina. Pasamos bajo una escalera a un cuartucho que se encuentra en los bajos del mismo. Hace calor y está atiborrado de gente. Apenas seis metros cuadrados, dos mesas con sendos empleados sudorosos y con dientes negros charlan bajo el ventilador. Las paredes son paneles de madera que sirven para independizar la pequeña sala. Tres o cuartos sillas de plástico completan el mobiliario.

Cuando entramos, los funcionarios hacen levantarse, contra nuestra voluntad, a varias mujeres que se encontraban esperando.

Les explicamos el propósito de nuestra visita. No problem my friend! Dos mil quinientos pichiqlines si traemos la cartilla de vacunación, tres mil si no la tenemos. Antes de que me dé cuenta, allí mismo, el “enfermero”, que viste una raída camisa de manga larga y un colorido velo a modo de falda hasta sus sandalias de pescador, me estaba inoculando. No sé muy bien qué, no he visto de dónde ha sacado la jeringuilla. ¡Que Dios nos pille "confesaos”! Ya estamos preparados para irnos a Kenia.

Pagamos. Ni factura ni ná de ná. Un papel andrajoso dónde apenas se lee el importe y nuestros nombres deberá ser suficiente para justificar el gasto a nuestro interventor en España.

Una vez fuera del local, nuestro sanitario, observa nuestras caras preocupadas e interrogantes y nos comenta en tono jocoso: “No problem my friend”

3 comentarios:

  1. Os admiro a Vicente y a ti, yo ni de coña le dejo que me vacune, sin ver de donde saca la agua y sin leer lo que me va a meter para el cuerpo.

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  2. No sé si te llegan mis comentarios, creo que no lo hago bien, a ver ahora. Sólo te quería mandar muchos besos y toda la suerte del mundo, y que nos acordamos mucho de ti. Salud! (y mucha, sobre todo por lo que estoy leyendo...)

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  3. Kenia te ha dolido.
    Antonio.

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