lunes, 6 de abril de 2009

Los franceses

Francia tiene desplegadas por estas tierras unos 6.000 militares. El doble del límite que hasta hace poco había puesto el gobierno español para nuestros despliegues en todo el mundo. En términos generales, la sociedad francesa, y en especial su clase política apoyan dicha actitud, a pesar del gasto militar que ello conlleva.

La política exterior francesa es, “diferente” de la española. Para nuestro país vecino resulta importante políticamente mantener el control de esta posición estratégica. El Jefe de la fuerza francesa aquí nos ha explicado que la situación geoestratégica de D´jibouti es clave: se puede controlar la salida y entrada del Canal de Suez, está justo a 20 kilómetros de Yemen, y limita con Somalia, Eritrea y Etiopía, quienes protagonizaron una de las últimas guerras africanas olvidadas por Occidente.

Aunque se independizó hace más de treinta años, D´Jibouti mantiene lazos importantes con este país. Además de que el francés es lengua oficial, lo galo está presente en todos los rincones. La presencia militar francesa es y ha sido una de las principales fuentes de ingresos aquí.
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Para mí, antes de venir aquí, los franceses representaban el romanticismo un poco cursi que he visto en numerosas películas como, “Sabrina” o por algunas canciones como “La vie en rose” o “Ne me quitte pas”. También los he relacionado siempre con la sofisticación, con la moda de Coco Chanel, Louis Vuitton, Yves Saint-Laurent, y festivales famosos como el de Cannes y con las carreras de coches. Desde el punto de vista humano, siempre me parecieron empalagosos, engreídos, orgullosos, jacobinos y chovinistas, ellos algo afeminados, ellas un poco “ligeras de cascos”.

Con respecto a la población local, se comportan como si este país siguiera siendo una colonia. Hay tiendas y supermercados donde prácticamente sólo compran ellos, las estanterías están llenas de productos franceses. Si se acercan a alguna “selecta” cafetería, el dueño levanta de sus sillas a quien sea necesario para que no les falte la privilegiada zona de sombra. Es un auténtico, aunque pacífico “choque de civilizaciones” contemplar un par de niñas francesas paseando por la calle de la mano de su mamá, al lado de un niño yibutí intentando venderles cualquier baratija, u obtener alguna propina por limpiarle los cristales de su poderoso todo terreno.

Sin embargo, he de decir que después de unos cuantos días manteniendo frecuentes relaciones con ellos, he cambiado algunas de mis estereotipos. La mayoría son personas cultivadas, a los que les gusta la buena comida, pero también son solidarias.

En general, con nosotros se muestran amables y serviciales, aunque orgullosos y algo vanidosos. Nos han recibido con los brazos abiertos, como amigos y aliados que hemos venido a colaborar, si bien lo primero que preguntan es “parler français?”.

Eso sí hoy he comido con ellos: champagne y paté para empezar, caracoles, muslos de ranas, camembert y vino de Burdeos. ¡Los tópicos, a veces tienen gran parte de realidad!

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