lunes, 13 de abril de 2009

Balbalah

La palabra árabe "balbalah" significa desorden, desconcierto. En D´Jibouti, Balbalah es el nombre de un suburbio chabolista donde habitan hacinadas más de doscientas mil personas. La gente vive en infraviviendas de chapa metálica y lona. No tienen acceso a agua potable ni a electricidad. Desde su nacimiento la población lucha día a día para sobrevivir.

Visito su hospital, un pequeño centro regentado por Carlo y Miriam, un matrimonio de médicos italianos que me han enseñado orgullosos las instalaciones donde trabajan desde hace años. Ella pediatra, él, cirujano. Además hay algún otro médico de la zona. Las instalaciones, en planta baja, son modestas. Atienden partos, tienen consultas de pediatría, traumatología, infecciosos y cuentan con un quirófano y una unidad de primeros auxilios. La actividad es constante, la sala de espera está llena de pacientes que esperan ser atendidos.

Miriam, sin perder la sonrisa nos indica las tristes estadísticas de la zona: la tasa de desnutrición aguda supera el veinte por ciento, (casi un diez por ciento de ellos severamente desnutrida). La media de nacimientos es de seis niños y medio por mujer, las tasas de mortalidad de recién nacidos y la de mortalidad infantil son espeluznantes.

“Hasta los ocho o nueve meses no suele haber problema de desnutrición porque las madres dan el pecho a sus hijos”, me explica Miriam. “El problema empieza ahí, ya que los niños, supuestamente independientes, no reciben alimentación suficiente”. Aquí, con poco, pueden evitarse muchos fallecimientos. Se vive una situación de "emergencia olvidada" que va en detrimento de la supervivencia de los niños.

La población tiene que pagar la asistencia sanitaria que recibe. Los ingresos se utilizan exclusivamente para compensar los gastos que se producen. Han hecho informes al gobierno de D´jibouti solicitando financiación para dotarse de mejores medios. La respuesta oficial ha sido vista como una crítica a la gestión presidencial: “si sigues hablando, je couper le cou”

Entro en diferentes salas y veo niños enfermos con sus madres en salas comunes. Algunos duermen, otros sonríen al verme. Repartimos algunos globos para los críos. Los aceptan con una tímida sonrisa. Una madre habla con Miriam. Al parecer sus gemelos de apenas seis meses, risueños, ojos inmensamente blancos y aspecto saludable, están listos para ser dados de alta. La mujer quiere llevarse sólo uno y dejar el otro para ser dado en adopción.


“La pobreza material, física degrada también la pobreza de espíritu”, me comenta Miriam. Una madre aquí intenta lo mejor para el conjunto de su prole. Las desgracias individuales son aceptadas como parte de la vida. La vida y la muerte tienen una dimensión diferente en Balbalah.

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