viernes, 10 de abril de 2009

Lago Assal

Hoy hemos viajado y descendido hasta llegar a pocos metros del infierno, el Lago Assal es la depresión africana más profunda (a casi ciento sesenta metros bajo el nivel del mar) y tambien la zona más calurosa del mundo. El sol abrasa y el bochorno se condensa en el fondo. La tierra arde. Las temperaturas son extremas. ¿Qué temperatura tenemos? El termómetro marca 45 grados. Aquí no llueve en todo el año y la aridez es extrema. Afortunadamente estamos en primavera.

Según nos acercamos, el termómetro sube cinco o seis grados por hora, la tierra parece querer empezar a hervir, la atmósfera se vuelve irrespirable. Al mediodía, el sol calienta la tierra como si ésta fuese a derretirse. No hay rastro de naturaleza viva, sólo piedras volcánicas y sal. El viento intenso abrasa nujestros rostros. El terreno crepita como las brasas de una hoguera.

La carretera desciende suavemente hacia la depresión del Assal. Allí abajo divisamos el lago, alrededor del cual se observa una corona blanca. Cuando llegamos a la orilla accedemos a una playa de sal. Alrededor contemplamos varias montañas negras; parece un paisaje de otro planeta.
Accedemos a una zona en la que hay un pequeño riachoelo y una charca que proceden de un manantial. El agua está a sesenta o setenta grados. No es posible siquiera tocarla sin quemarnos la mano. El mar se filtra gota a gota por las brechas del desierto, atraviesa la zona de magma, a escasos metros de profundidad, y gotea cuesta abajo hasta el lago. Por ahora, el agua del mar se evapora rápidamente dejando su poso salado en el lago: el agua es una salmuera con una densidad diez veces mayor que la de los océanos. Y se flota, ¡claro!.
Durante varios millones de años, la depresión de Afar está siendo invadida por el océano provocando la penetración del mar del Golfo de Adén. El continente africano se resquebraja y esta región con gran actividad sísmica, está condenada a desaparecer inundada por el océano.
Existe una importante actividad volcánica que hace que la actual brecha se agrande día a día. En algún momento se producirá un terremoto que derribe la franja costera y haga que el mar inunde este agujero.
Nos acercamos a la orilla con precaución, la sal forma una dura costra cristalina que impide andar descalzo. El agua está caliente, pero aceptable al cuerpo humano, un par de pasos y nos damos el ansiado baño. Nos zambullimos, chapoteamos y saltamos en un agua viscosa, un puré salino, escuecen los ojos, los labios, incluso la cara se resiente del afetado matinal. Nos apoyamos en el agua. La flotabilidad es increíblemente alta.
Tras el baño, en dos minutos estamos completamente secos. Una capa de sal queda adosada en nuestros cuerpos, en la cara, el pelo y las orejas.
Nada se mueve. Todo está muerto de calor. Este es el territorio originario de las tribus nómadas de los afar que han sobrevivido con sus camellos, sus cabras y el comercio de la sal.


Aquí, en el punto más bajo de África, el terreno es una pasta primitiva que se funde y se transforma, se cuece al sol y a la sal. Delante de nuestros ojos, los continentes y los océanos pugnan por ganar terreno.

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