miércoles, 15 de abril de 2009

Estrellas

No soy un hombre con estrella ¿o sí?

Sin embargo, las estrellas me han acompañado toda mi vida, me ayudan a pensar, a valorar la vida y a hacer balance.

Ayer por la noche, después de cenar, fui caminando solitario por el largo espigón que tengo frente a mi ventana. El paseo fue muy agradable, la temperatura era muy cálida, apenas soplaba una brisa cálida que acariciaba mi cara. Las olas batían las piedras del espigón. A lo lejos se divisaban las luces de los barcos que entraban el puerto como una caravana de luciérnagas bajo la luz de las estrellas. No había nadie, sólo yo y mis pensamientos.

Me acomodé en una roca, reposé mi espalda y miré el firmamento. Recuerdos…

Conocí las estrellas con dieciséis años una noche de San Lorenzo en el Puerto de Navacerrada. Fue una fiesta a lo grande, todas querían saludarme a la vez. Pronto me presentaron a La Via Láctea, cuya imagen, ahora me transporta a mis noches intensas de juventud durmiendo en la playa de Cullera, me recuerdan las noches junto a Cado, junto a Miguel y el Raja, junto al Bubi, junto a una “Mahou”. ¡Qué bien lo pasamos con qué poco!

La Osa Mayor me acompañó haciendo "imaginarias". Luego llegó Alicante, y aquella noche en la playa de San Juan. ¡Quién sabe qué rumbo habría tomado mi vida! Aquella noche estuve sólo como ayer, bueno, sólo no, con mis estrellas.

Orión estaba ayer también ahí arriba, con mi amigas Rigel y Betelgeuse. El cazador fue testigo de excepción del momento que cambió mi vida. Ocho de junio del ochenta y seis en el ZM. No soy de fechas, ésa no logro olvidarla. ¡Bonito recuerdo!

Las estrellas me hicieron compañía primero bajo el olivo de Cambrils mientras los gemelos dormían; posteriormente me consolaban durante años en la vigilia en la puerta del Black, y también en mis paseos con Azkar. ¡Cuántos ratos haciéndome preguntas! Azkar no contestaba, las estrellas sí: ¡Somos muy diferentes, pero le quiero tanto!

El lucero del alba me iluminó en los momentos más tormentosos por los que he pasado, cuando no podía dormir en “El Gato” y me tumbaba sobre el green de prácticas mirándolo fijamente.

También me ayudó Sirio del Can Mayor en el cielo de Giza. Su luz me secaba las lágrimas y ayudaba a deshacer el nudo de mi garganta.

Luego llegaron por fin, los paseos en bici por el espigón de Pollensa. Allí las estrellas me regalaron el obsequio más bonito, dulce, tierno, cariñoso y sensible que jamás hubiera podido imaginar. Allí estaban los peces saltarines. Allí encontré la paz. Allí estaba el faro de mi vida cuya luz ilumina el camino de mi vida.

Me volví a encontrar con las estrellas en la terraza de mi casita amarilla en Licola. Me acompañaron allí y una estrella “del Barrio” me recordó que ellas me habían hecho un gran regalo, que tenía que cuidar como si fuese la cosa más valiosa que existe sobre la Tierra. Eso hice, y eso sigo haciendo.

En el cielo hoy luce una estrellita más. Una estrella que me dice: “ríete, disfruta de tu vida y de lo que tienes, que es mucho. No te disgustes por asuntos que consideres más o menos importantes. Lo tienes todo para ser feliz

Gracias mamá por recordármelo en esta noche especial. No te preocupes, sigo tu consejo, ¡cada día!

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