sábado, 23 de mayo de 2009

Transporte público

No podemos partir de la base de lo que conocemos en Europa. Aquí hay autobuses, taxis y trenes, pero tienen algunas particularidades respecto a lo que estamos acostumbrados…

Los taxis son muy… ¿curiosos?. Son verdes, coches tipo “napolitano”, llenos de golpes por todas partes, los puedes encontrar con el volante a la derecha o a la izquierda. No sé de donde los importarán, pero es seguro que en su lugar de origen debieron haber sido dados de baja como chatarra hace muchos años. Muchos de ellos están tuneados, suelen llevar además guirnaldas navideñas a modo de decoración. Si llevan asientos (los hay que no) las tapicerías completamente ajadas son el hogar de cientos de parásitos. Por supuesto, ¡no esperemos encontrar uno con aire acondicionado!

Las mujeres son obligadas a montar en taxi por la noche como parte adicional de extorsión al “campeón” que haya permanecido en su compañía en el antro donde haya tenido el placer de conocerla. Incluso para trayectos de cincuenta metros. Su precio estándar son mil pichiqlines (cuatro o cinco euros), el taxista, que suele ejercer como tal a modo de pluriempleo de policía local o similar va "a su bola”. A su bola debe entenderse literalmente, y es que la mayoría presentan el flemón habitual ocasionado por la bola de khat, la mirada perdida y los dientes verdes (a juego con el exterior del taxi). Montar en uno de ellos es toda una experiencia.

Los autobuses… ¡buff! los autobuses. En realidad son microbuses, viejísimos, destartalados, poco más que furgonetas pintadas de un montón de colorines con grandes letras que indican la compañía a la que pertenecen (todas están en la órbita de algún pariente más o menos cercano al presidente, sacando la tajada habitual).


Su conducción es imprevisible. Los intermitentes cuando los tienen, no los usan, y si los usan normalmente maniobran en sentido diferente a lo que indican. Suelen parar en cualquier parte, aunque casi todos van a la plaza del mercado en el Centro de la ciudad. En su interior, las personas van hacinados, niños, mujeres cubiertas completamente con velo y hombres asomados por la ventanilla. Normalmente no tienen puerta con lo que alguno de los pasajeros va con medio cuerpo fuera, refrescándose con el aire que viene a más de cuarenta grados.



Otros transportes colectivos son camiones con veinte o treinta hombres cargados en el remolque (suelen ir a buscar trabajo al puerto) y por último tenemos el tren.

¿el tren? Djibouti tiene tren, eso dicen, aunque no lo hemos visto jamás. Lo que tiene seguro es estación. Djibouti capital es la última parada de la línea que llega hasta Adís Abeba (Etiopía) a cuatrocientos cincuenta kilómetros, pasando por Ali-Sabieh, Dire Dawa y Nazareth en un viaje que se prolonga durante tres días. El tráfico ferroviario se destina principalmente al transporte de mercancías; me han informado que cada convoy cuenta tan sólo con un vagón de pasajeros. Sabemos que llega porque semanalmente la plaza de la estación se va llenando de bultos, sacos, bolsas y gente que pasa varios días custodiando la mercancía. Debe llegar de noche, y cuando pasamos algún día por la mañana, normalmente jueves o viernes, todo, o casi todo ha desaparecido.

¡Y en España nos quejamos de la RENFE!

1 comentario:

  1. Hablas del transporte público, pero lo has usado, desde el hotel al centro de la ciudad, es una recorrido de lo más variopinto, aunque tiene una ventaja su precio, 0,30 pichiclines. Tiene una desventaja, las pulgas. Tu anterior relevo no tachó ese palote, aunque sí el cafe etiope en el Oasis. Ursulo.

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