Nuestro cuerpo no está preparado para soportar de manera continuada unas temperaturas tan elevadas. No es natural.
El máximo problema del clima de D´jibouti no son los más de cuarenta grados que soportamos a diario, sino que la temperatura no desciende por la noche, apenas unos grados, no baja de treinta y cuatro. Por la mañana, a primera hora, cuando cogemos los vehículos para dirigirnos a la Base, la “bofetada” de calor es impresionante, la atmósfera es irrespirable, el uniforme, aunque preparado para climas extremos, transmite un calor inusual especialmente en la parte de los hombros, como si tuviésemos una estufa a escasos centímetros de nuestra piel. La claridad de la luz del día obliga a llevar gafas de sol con cristales de protección contra los rayos UVA, nuestro cuerpo reacciona instantáneamente… a partir de ahí: ¡todo el día sudando!
Cuando la suma de temperatura y humedad relativa supera los cien, la sensación térmica es insoportable… aquí no bajamos de ciento veinte. Pensemos en Madrid, Sevilla o Zaragoza en plena canícula estival, pero con mucha más humedad y sin que esa temperatura descienda por la noche. Aquí hay sólo dos estaciones: invierno e infierno.
La más mínima actividad física en el exterior es extenuante. La población local se mueve muy lentamente, su cuerpo se ha adaptado relativamente, sudan menos. Es un mecanismo natural de defensa para poder sobrevivir. El velo de las mujeres es una reminiscencia de algo que fue y sigue siendo útil. Es necesario protegerse la cabeza del sol y la cara de las tormentas de arena. En la actualidad su uso es un símbolo de sumisión de un género hacia el otro. Sin embargo, son muchos los hombres que, especialmente en las horas centrales del día, siguen llevando algún tipo de protección sobre sus cabezas (normalmente pañuelos, camisetas, trapos, cualquier cosa).
El sol abrasador está siempre en su cenit. La gente se protege debajo de cada sombra, en pequeñas chozas artesanas, bajo la sombra de un cartel, pegados a cualquier muro. Los hombres echan a las mujeres, y los más fuertes a los más débiles. La mayoría de la población duerme horas y horas durante todo el día y baja su nivel de actividad a los mínimos imprescindibles… sólo respirar. En esas circunstancias, el khat ayuda a evadirse de la realidad insufrible.
Nosotros somos privilegiados ya que nuestras oficinas cuentan con aire acondicionado. Mejor dicho: éramos privilegiados. La electricidad en D´Jibouti se genera quemando combustible en una única central térmica. La electricidad es un bien escaso y caro, y últimamente, la escasez nos afecta directamente. Todos los días sufrimos cortes de luz de varias horas. A los cinco minutos sin aire, las gotas de sudor empiezan a chorrear por nuestro rostro, empapamos la camiseta que no se secará hasta que no vuelva de la lavandería, todos los poros de nuestro cuerpo destilan humedad, bebemos litros y litros de agua (seguimos siendo afortunados, no todo el mundo tiene acceso al otro bien escaso de D´jibouti)
Escribo estas líneas mientras hacemos tiempo para que vuelva la luz, el teléfono, la señal del satélite y recibir desde España importantes órdenes que debemos cumplir, probablemente mañana. Me falta el aire, las gotas de sudor resbalan por mi frente y nariz y caen sobre el teclado del ordenador, nuestra oficina es una sauna, se mastica la atmósfera, no puedo más, salgo a la calle, bajo la lona traslúcida que cubre el pasillo entre nuestros containers... ¡donde se puede disfrutar de una suave brisa a más de cuarenta grados!
Que será de los próximos, en el proximo cargamento humanitario serán abanicos, que te parece. Ursulo.
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