El “loco de la esquina”
Es un hombre de mediana edad, tez morena, bigote y pelo desarreglado. Viste una camisa a rayas y un pantalón corto bastante andrajoso y completamente cubierto de mugre. Sus sandalias debieron estrenarse cuando el pie paró de crecerle. Lleva siempre una bolsa de plástico marca “Kadack” con el logo de la famosa casa fotográfica, donde guarda una botella de agua y algún otro objeto personal.
Pasa todo el día sentado y en cuclillas en un cruce, guarecido a la sombra que proporciona un pequeño cartel de carretera. No hace nada. En alguna ocasión le hemos vista levantarse y encararse con los pasajeros de algún vehículo, perseguirle no más de cinco o diez metros escupiéndole y profiriendo insultos contra sus ocupantes.
Cada vez que pasamos por ese cruce nos mira, también nos conoce, como si fuese un espía. Sabe perfectamente cuándo vamos, cuándo venimos y sospecho que también conoce nuestra actividad y el motivo de nuestra presencia en esta ciudad.
El “loco del palito”.
Éste tipo es realmente singular. Su radio de acción son doscientos metros, pero pasa prácticamente todo el día sentado a la sombra de una palmera, al borde de una calle transitada de forma casi exclusiva por vehículos.
Es negro zaino, una capa de polvo cubre su piel. No ha visto una ducha en su vida. Tiene el cabello rizado. La suciedad impide saber si se trata de rastas o tirabuzones. Su indumentaria es siempre la misma: pantalón corto y sandalias. Le hemos visto haciendo sus necesidades sin ningún pudor en mitad de la vía pública. Está bien alimentado, tiene incluso algo de “barriga”. ¿cuándo come, de dónde proceden los alimentos que consume? … es un enigma. Es consumidor habitual de khat.
Su tara característica y principal, casi única actividad es golpear suave y reiteradamente el suelo entre sus piernas entrecruzadas con el extremo de la rama de árbol de unos cuarenta centímetros. Tac, tac , tac , tac, tac … la cadencia del golpeo es constante, frenética, ininterrumpida. Su vista está perdida al frente. Sin embargo a veces su mirada perdida nos encuentra, nos ve, nos conoce, en alguna ocasión incluso nos saluda al pasar, con su mano libre, sin cesar el repiqueteo provocado por el palito.
El consumo permanente de khat agravado por el calor y el sol permanente sobre sus cabezas les ha reblandecido el cerebro provocándoles su estado, su enfermedad mental. ¿…o tal vez ha sido al revés? En cualquier caso, para nosotros son los “locos oficiales”.
(Los de las fotos no son ninguno de nuestros locos oficiales, de ellos, por un cierto pudor y sentido de respeto a su imagen, no he tomado ninguna fotografía)
Me gustaria mandarte alguna foto del loco de la esquina y del gimnasta del palito, pero mi disco duro está muerto, y he perdido toda mi fortuna fotográfica, tanto de los personajes de los que hablas, como de todas aquellas mujeres que con una sonrisa sencilla te dicen bonjour, todos los días, para ellas mi más sincero saludo. Ursulo
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