miércoles, 6 de mayo de 2009

El avión

Como si fuera un niño pequeño, con el mimo y el cuidado que una madre primeriza cuida a su bebé, así tratamos todos los componentes del Destacamento a nuestro querido P-3.

El avión que tenemos es un modelo alfa. Se le bautizó como 22-21, y se está portando como un campeón. Hasta este momento, no ha habido que cancelar, por motivos técnicos, ni una sola misión. Los de mantenimiento no se lo pueden creer, los pilotos tampoco, el resto de la tripulación dice: “ya veremos” y el resto tocamos madera. Eso sí, después de cada misión, el avión viene con pequeños achaques… problemillas que se van solucionando. Cuando no es algún fallo eléctrico es alguno mecánico, la electrónica también origina problemas, y los motores… van como van.

Todos los días que vuela se le hace una revisión diaria, a las setenta y dos horas otra más intensa, cada quince se le lava (para quitar el salitre que se adhiere a su vieja pintura), cada cuatro semanas una revisión completa, cada ocho meses, vuelve a su base donde se le da un repaso completo. Así va tirando.

Lo cierto y verdad es que “mientras las molinetas dan vueltas…” todo en el Destacamento va sobre ruedas. Todo el mundo está ocupado, comprometido con su trabajo. Cada cual aporta su grano de arena, y así la misión se cumple cada día. Si el avión se parase… ¡malo!

Es cierto que durante años, este sistema de armas, que aporta capacidades de patrulla marítima, de guerra antisubmarina, de inteligencia y de patrulla marítima, ha estado bastante dejado de la mano de Dios. Parece que nuestro Ejército del Aire ha tenido… otras prioridades. Parecía que esas capacidades militares eran… menos importantes que otras.

Como consecuencia, el programa de modernización ha ido, en función de la financiación necesaria para ello, a trompicones. A veces se ha efectuado modernización de aviones próximos a su finalización de vida operativa por el límite de horas de vuelo. En ocasiones no se ha realizado el análisis estructural necesario previo a realizar la modernización del avión. El detector de anomalías magnéticas, el puro que le proporciona esa forma tan característica en la cola del avión no funciona desde hace muchos años. El radar que lleva integrado el 22-21 es de los que se usaban en la Segunda Guerra Mundial (de los de rayitas que dan vueltas), nuestros radaristas son unos fenómenos capaces de interpretar las sombras más extrañas, de sacarlo de la tormenta más nega, pero si se pierde el famoso "know how" de la gente y perderemos el conocimiento de los mismos… ¡sería una pena!

Ahora, con el control de la inmigración ilegal y la guerra contra la piratería, las capacidades que el avión aporta parecen haberse vuelto muy importantes, pero la vida de una flota no puede improvisarse de la noche a la mañana. Los P-3 están en precario pero son necesarios.

Cada día que el avión vuela, cuando éste aterriza, subimos al avión con la preocupación de saber cómo ha regresado. Si todo ha ido bien, nos sentimos aliviados, orgullosos y felices. Sólo nos falta darle una palmadita en el lomo y decirle al oído “buen trabajo campeón”.



Cuando la Ministra nos preguntó si podríamos repetir con mayor frecuencia el despliegue en Mombasa para apoyar en mayor medida a los pesqueros españoles, Jose le contestó:

Señora Ministra, el avión funciona perfectamente, pero tiene un límite de actividad cada tres días, el personal de mantenimiento debe hacerle un lifting. Ahí donde le ve, el avión cumple cuarenta y cuatro años el día tres de mayo”, a lo que la Ministra respondió con un tono sorprendido y dejando entrever sus temores:


"... ¿has dicho cuarenta y cuatro?"

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