jueves, 19 de marzo de 2009

La población de D´Jibouti capital

Gran parte de los habitantes de D´Jibouti se las arreglan para malvivir en la calle, a la sombra de una palmera, duermen en las cunetas de las calles en una especie de nichos que hacen a base de piedras, como si fuesen animales y en muchas ocasiones rodeados de un buen número de ellos: perros, cabras y dromedarios forman parte del paisaje ordinario.

Su fortuna consiste en haber sobrevivido un día más. Su vida depende del destino. Se pueden observar multitud de personas caminando bajo el sol, sentados a lo largo de las carreteras y las vías públicas en lo que constituye “su lugar de residencia”.

Personas y animales se encuentran apelotonados en estos suburbios, donde la porquería de las calles apesta y las familias con niños y bebés consagran el día a su único objetivo: escarbar en la desolación en busca de algo para comer, una batalla desesperante que se reanuda todos los días, siempre. Comen dátiles de las palmeras de las calles. Los adultos distraen el hambre mascando hojas de khat.

En el país más tórrido del mundo, los niños y las cabras se disputan el agua en las mismas latas oxidadas. Los bidones amarillos (recipientes de 10 litros reutilizados como desecho de algún producto occidental), pueden verse por todas partes. No sé quién los llenará con agua para evitar que la población muera deshidratada en la gran ciudad. Muchos se deshidratarán por las diarreas. Uno de cada siete niños muere en sus primeros años de vida. Un adulto de 50 años está ya desdentado, tuerto o cojo, es un anciano con los días contados.

La esperanza de vida para los hombres es de 49,01 años. En las listas que miden el bienestar de las naciones, D´Jibouti siempre merodea el farolillo rojo. Sin embargo, sorprende la amabilidad de esta gente.

Caminando por la ciudad puedes ver una nube de niños alegres. Entre sus risas se cuela una estadística atroz: dos o tres de ellos morirán antes de crecer metro y medio. Una vacuna lo evitaría por cuatro duros.




Los adultos (analfabetos, esqueléticos y mutilados) deambulan por todas partes y al menor gesto amigable sacan una sonrisa de piano. Son todo muñones: cicatrices de las minas o de infecciones cortadas por lo sano. Además el cólera hizo estragos en la población y en el ganado hace veinte años y la polio es una enfermedad endémica.

Estos tullidos son los supervivientes que aún podrán vivir los cinco o diez años más que les promete la estadística.

No hay comentarios:

Publicar un comentario