martes, 9 de junio de 2009

¿Qué es D´jibouti?

D´jibouti es un rincón olvidado del mundo, abandonado a su suerte, utilizado por su interés geoestratégico por los poderosos del planeta y perdido de la mano de Dios.

Existen dos D´jiboutis. En la ciudad, la modernidad se mezcla con un mundo ancestral que uno puede imaginar cuando recuerda las historias de Simbad el Marino. El centro de la capital, en donde por la noche se oye el rumor de los bares y los clubes nocturnos, merece la pena pasearse y explorar, aunque uno no sea muy de “ir a garitos” y observarlo todo atentamente.

Dos mundos conviven en paralelo sin mezclarse jamás. El de los occidentales, que gira en torno al Kempinski, al club náutico, la embajada, el hotel Sheraton, los jardines de Ambouli, las playas de Doraléh, la llanura de Serpent. Es el D´Jibouti de las bases militares francesas cuyas autoridades se pasean encerradas aún en sus nostalgias colonialistas. En las terrazas de los cafés, bajo el ronroneo de los ventiladores, se habla de expediciones en cuatro por cuatro y de encallamientos, de pesca de grandes peces y de hermosas etíopes...

El mundo indígena, por su parte, se encuentra estructurado en torno al gran mercado, el Magalla, a la puerta del Harar (plaza Rimbaud), que se despereza por la mañana a los pies de la mezquita y donde las mujeres charlan delante de sus puestos de azafrán y pimienta. Alrededor, en particular en la rue des Mouches, al final de la rue Etiopía, los tenderetes de comerciantes yemeníes, del tamaño de cajas de cerillas, amontonan tejidos de la India, huevos de avestruz, mariscos del Mar Rojo, mandíbulas de tiburón, luces etíopes, cintas de video y aparatos de aire acondicionado.

Cuando cae la tarde, las familias se reúnen en campamentos de chozas redondas llamadas “tukuls”. Si eres un poco “echao pa´lante”o si alguien te presenta, puedes gozar de su hospitalidad y ser invitados a compartir un café etíope, incluso algunos alimentos bajo la tienda.



En la ciudad, desde el inicio de la tarde, las gentes abandonan sus escasas actividades para reunirse en las casas; allí, tumbados sobre alfombras y cojines, mastican durante horas enteras khat, esa planta euforizante que constituye una verdadera plaga social. ¡Los D´Jiboutianos consumen, legalmente, cerca de quince toneladas por año!

Aunque la población es relativamente tolerante, observo y respeto, como haría en cualquier otro país musulmán, con toda la corrección de la que soy capaz, tanto el vestir como el comportamiento y respeto a sus tradiciones.

Tienen que pasar muchos, muchos, ¡muchos! años para que este trozo de tierra desértica e inhóspita, pueda alcanzar los estándares de un país civilizado. Me refiero a los civilizados musulmanes, por supuesto.

3 comentarios:

  1. Parece que no solo te estas empapando de sudor cada día desde hace meses , sino que te empapas cada día de la vida Yibutiense y eso no se va con el agua de la ducha.
    Te creces cada dia
    Muac

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  2. Estoy muy orgullosa de tí, de tu labor allí y de que una conversación y un pequeño llamamiento solicitando ayuda humanitaria haya tenido tanta respuesta, ahora al menos D´jibouti ha sido conocido gracias a tí.
    Muac Carmen

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  3. Y gracias a tí también Carmen, que sin tí tampoco se hubiera podido hacer todo lo que estamos haciendo.
    Un beso, Isa

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