Como quiera que nuestros compromisos con aliados y amigos de los más recónditos lugar del planeta han ido aumentando, nada mejor que engrasar la máquina de los apoyos colaterales con un poco de nuestra tradición más hispana.
Parece fácil, pero ¡claro! primero encontrar un cheff acreditado que tenga valor para atreverse a soportar las críticas (pinches éramos muchos), luego disponer de la paella, el gas, el hielo, los ingredientes… organizar el lugar, contar con bandejas, jarras, buscar un momento de “no vuelo”, enviar invitaciones formales, hacer la compra… todo ello para ¡cien personas!
La verdad, creo que el listón se ha puesto muy alto para nuestros sucesores… los franceses han “flipado” con el rebujito (no sé muy bien de dónde ha aparecido una caja de fino), algún que otro inglés no ha parado de beber cervezas, a los alemanes y alemanas les hacían los ojos “chiribitas” con el jamón y la paella ha salido… ¡paella! (que me he tomado alguna otra
denominada como tal por ahí que no pasaba de ser un arroz caldoso). Ha habido café y pastas, y la fiesta ha empezado cuando uno de los alemanes ha sugerido preparar media sandía como recipiente comunitario ideal para beber “un poquito de vodka con limón”.
Eso sí ¡qué sudada! Camisetas empapadas y rostros chorreantes no han empañado una jornada de confraternización con nuestros colegas en un ambiente fantástico en el que alguno ha acabado debajo de la manguera.
Nuestros colegas nos han felicitado por el trabajo realizado ayer en el Mar Rojo, que por una vez ha tenido una pequeña repercusión mediática. España exporta con sus militares en el exterior alegría, fiesta, gastronomía y buen ambiente, además de profesionalidad, competencia y resultados.
Me preguntaban al marcharse: ¿cuándo es la próxima?
GABI:mmmmmmmmm suena apetitosoo dan ganas d ir a yibuti a tomar paellaa.un beso papá
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